Allí estaba ella, pidiendo socorro mientras la peinaban tras el baño, y allí estaba yo retorciendo las manos nerviosamente mientras esperaba el resultado de las dichosas pruebas. Yo no había sido compañera humana de ningún perro aún, pero cuidaba a Vicki, que vivía con mis padres. Era una perra, tierna y muy tranquila que sospechábamos tenía la maldita enfermedad.

Estrella me miraba a través del cristal, pidiendo que la salvará del baño, y yo la miraba suplicando que aquellos resultados no fueran los que esperábamos. De pronto, pensé que, si ocurría lo peor, mi hija iba a sufrir la pérdida de una mascota que ni siquiera era suya. Imaginé que me iba a ver obligada a llevarme a casa un perro para minimizar ese dolor.

Yo era feliz con mis mininos y me parecían las mascotas perfectas, aunque… a ese bichillo canela moteada, de oreja caídas y mirada triste no me importaría que compartiera su vida junto a las nuestras…

De pronto entró una señora a la clínica y se acercó a Estrella. A penas la miró, sin embargo, comentó a quien la peinaba, que le entregaría las fotos por email para su adopción. Yo ya no oí más. Adopción, era una señal. Se lo comenté a nuestra veterinaria, y en cuestión de dos horas nos vimos en las manos una correa con purpurina plateada acabada en Estrella, una cocker, recién lavada, con cara de necesitar mimos.

Fue mi hija quien sujetaba el extremo de esa cuerda. Esperábamos nerviosos la reacción de nuestro nuevo miembro familiar al comenzar a andar dejando atrás a su anterior humana. Nada ocurrió, Estrella nos miró y comenzó a caminar a nuestro lado voluntariamente.

En ese momento supe que ya no nos separaríamos de ella, a pesar de haberla cogido en adopción sólo el fin de semana para probar su reacción con nuestras dos gatas. Tenía claro que resolveríamos las dificultades que surgieran.

Salimos de excursión con ella al día siguiente, disfrutaba corriendo y bañándose en el río, pero no soportaba que nos alejáramos.  Se volvía ansiosa, si no estábamos todos juntos. Ladraba como avisándonos de que no nos separáramos, tiraba de nosotros para que fuéramos al encuentro del resto de la familia, lloraba.

El lunes debíamos dar una respuesta sobre la adopción y fue unánime nuestra decisión. Desde ese seis de abril ya han pasado varios años, parece increíble, porque aún lo recordamos como si hubiera sido ayer. Estrella eligió desde el primer día dónde y con quien dormir. ¡Yo fui la afortunada!

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