¡Enhorabuena Rocío Palomino! Aquí te dejamos su historia y la de Shiro ¡Esperamos que te guste tanto como a nosotros!

Shiro me enseñó que todos necesitamos amor. Shiro era un perro de caza que abandonaron en la perrera. Noble y cariñoso, llegó a mi vida casi a regañadientes. Yo había sufrido enormemente la pérdida de mi querida perrita Canela, y no quería pasar otra vez por lo mismo. Por esa razón, le había hecho prometer a mi marido que no adoptaría a ningún perro. Pero la vida está llena de casualidades, y un día, un conocido de Paco (mi marido) le enseñó la foto de un perrito que habían abandonado en la perrera. Paco quería rescatarlo, pero no podía romper su promesa. La solución estaba en manos de Manuel Jesús, mi hijo, al que nadie le había hecho prometer nada al respecto.

Llegamos a la perrera, mi marido y mi hijo con la ilusión de tener un perro, y yo con la esperanza de que abandonasen la idea. Ninguna mascota podría sustituir  a mi querida amiga. Pero entonces, mi hijo me cogió del brazo y me acercó a los recintos. Me miró y me dijo: «Mamá, no podemos salvarlos a todos, pero podemos salvar a uno» . Y entonces me fijé en el perro, y vi miedo y angustia. Y sentí compasión por ese pobre animal asustado. Me acerqué a él, y aunque no me conocía de nada, trató de lamer mi mano. Me dirigí hacia la oficina y le dije al encargado: «Por favor, sáquelo de ahí que nos lo llevamos». Mi hijo estaba encantado, y mi marido se mostraba muy satisfecho. Manuel Jesús, mi hijo, dijo: – «Shiro. Se llamará Shiro.» (significa Blanco en japonés). Parecerá una tontería, pero pensé:  «Tiene nombre. Ya no es un perro cualquiera, ahora tiene nombre y a alguien que lo quiere».

A Shiro todo le daba miedo: la gente, la oscuridad, otros perros… Tenía displasia de cadera y sufría ansiedad por separación. Y aunque yo dedicaba la mayor parte del tiempo en la rehabilitación de Shiro, seguía pensando con melancolía en la amiga que perdí. Pero Shiro también necesitaba amor. Y un día que estábamos solos los dos en casa, se sentó frente a mí, mirándome con esos ojitos dulces de color caramelo, y pensé: «No es justo. No es justo para ti que cada vez que te mire, piense en el dolor que siento por la pérdida de mi amiga». Así que decidí por su bien, despedirme de mi fiel compañera, de la única forma que podía hacerlo. Abracé a Shiro con los ojos cerrados, y pensando en mi fiel amiga, me despedí de ella, prometiendo llevar conmigo su recuerdo para siempre. Abrí los ojos, miré a Shiro y le dije en voz baja: «Perdóname, pero ese abrazo no era para ti». Él me devolvió una mirada dulce, como si lo comprendiera y lo aceptara. Entonces lo volví a abrazar de nuevo y le dije con cariño: «Este abrazo sí es para ti. Bienvenido a la familia».

Desde ese día, todo fue a mejor. Shiro, protagonista de más de una anécdota divertida, ahora tiene un pienso especial y un tratamiento para la displasia que le ayuda a mantenerse sano. Ha ido superando poco a poco sus miedos, y puedo decir con orgullo, que es un perro feliz que enriquece nuestras vidas. Shiro ya no sufre ansiedad, es uno más de la familia, no sustituye a nadie, pues todos tienen cabida en mi corazón. Y además, tiene la suerte de tener un pequeño compañero de juegos, llamado Koshi. Ambos pasan horas jugando, duermen juntos y permanecen  tranquilos cuando tenemos que salir de casa.

Shiro y Koshi

A mi querida Canela siempre la recordaré con cariño. Pero Shiro también hizo algo por mí, hizo que cicatrizasen las heridas del corazón, y me enseñó que todos necesitamos amor.

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